lunes, 9 de octubre de 2017

Catalanes: los judíos de España. Bagatelas para una masacre.

Hay pruebas suficientes, obtenidas a raudales en los últimos días, y de las cuales millones de personas son testigos. A esta altura del siglo XXI, existen leyes aprobadas que respeta, incluso el Estado español, sobre el cuidado en el trato a las minorías, a las mujeres, el respeto a los derechos de los homosexuales, las lesbianas y los transexuales, el respeto a los derechos de los animales. Una mujer posee el derecho a transitar por la calle y no recibir ofensas por el modo como viste, puede incluso poner una denuncia si ese derecho es vulnerado, sin embargo, jamás, en el estado español se aprobó ninguna ley contra la xenofobia anti-catalana, un catalán puede viajar con cualquier cometido al territorio del resto del estado español sin que ninguna ley lo proteja ante la vejación por ser catalán; ni ahora ni nunca existió. Yo mismo he viajado a otra zona de España y, aun escuchando mi acento, que seguramente no sabían de dónde era, cuando comenté que vivía en Barcelona, se me miró con despreció y se realizaron gestos despectivos mientras se decía: “catalán”. Eso no es admisible, nunca debió serlo, y ese fascismo continuo y de carácter social, siempre fue admitido. Nunca nadie pidió que se impusieran fuertes sumas de dinero a modo de multa o penas de prisión por ofender a un ciudadano nacido en Catalunya ni en ninguna otra parte del Estado. Sin embargo, sí se hace uno acreedor a multas y sanciones penales por lanzar una ofensa que afecte la dignidad, no solo a una persona, también por meterse con los perros y los gatos. Nunca tuvo interés el Estado Español en prevenir esa xenofobia que sí es un delito de odio. Es un delito constante que en España se convirtió en el mar de fondo que arrulla con terror el horizonte; de esa situación jamás solucionada viene ahora esta cantera social de personas que ni saben cómo es Catalunya y nunca la han visitado pero en las cuales se ha inoculado el odio, sí, se llama odio. Y penalmente se llama “xenofobia”. Tiene raíces históricas bien firmes y un resultado nefasto que consiste en que llegado el momento se puede movilizar a esa masa que ni conoce Catalunya y que quizás nunca vio a un catalán, pero ya tiene un juicio acerca de ellos. España es un país que siempre ha alentado aunque sea por omisión este mar de fondo de rechazo y vulneración.
Más de una vez en cualquier noche céntrica en Barcelona pude escuchar a más de un borracho procedente de los más lejanos lugares del estado, intentando armar una trifulca y ponerse a gritar cosas como “Catalanes esto o catalanes aquello, que puedo decir lo que me salga de allá, que estoy en España, coño, que esto es España”. Triste. E invariablemente observé que, mayoritariamente, cuando alguna persona se comporta de este modo, simplemente se alejan y lo dejan discutiendo solo. Se puede atribuir a ignorancia de parte de esa persona, a que no tuvo oportunidades de informarse, etc, Lo asombroso es que nunca se haya podido aplicarle una ley, en España, que tantas leyes represivas se aplican, una ley que con una buena multa y la amenaza de unos días en la cárcel, haya hecho desistir a cualquiera a la hora de andar insultando a sus conciudadanos. Es un hábito en España denostar al diferente; alcanza con escuchar a Pablo Iglesias (de Podemos) en el programa del otro día en la televisión catalana, cada vez que quería elevar la categoría internacional de España, solo hacía que decir “Esto no es Turquía”. Dos veces, lo dijo. ¿No piensa que en Turquía hay personas amables y generosas y que pueden sentirse xenofóbicamente menospreciadas?
El caso es que jamás vi ni me enteré por la prensa de que algún catalán o grupo de ellos fueran a España a gritarles algún tipo de ofensas. Y ahora en un lenguaje totalmente orwelliano, vemos que los nazis, haciendo el saludo correspondiente a los de su clan, con símbolos fascistas tatuados en el cuerpo, acusan al gobierno catalán de ser un gobierno nazi. Acarrean gente desde toda España para hacer una manifestación contra el derecho a decidir y dan un gran espectáculo, sintiéndose impunes, dando una paliza a un periodista, llamando puta a una periodista catalana, y por supuesto besando banderas.
España ya ha abierto el huevo de la serpiente y si no se para esto a tiempo, van a ir a más; los catalanes son una minoría en estado de vulneración de sus derechos democráticos y que corren un grave riesgo de daño físico.
Las organizaciones ya deberían empezar a intervenir. Los catalanes a día de hoy son los judíos de España; a los cuales, por cierto, expulsó a todos hace ya muchos siglos. Estos hasta el día de hoy le reclaman al Estado Español la devolución de sus bienes, y la presión ha sido tan importante que el gobierno del PP transó en otorgarles como compensación la ciudadanía.  
En el Estado español a los catalanes como colectivo con identidad nacional propia no solo se los persigue sino que se los denigra, a través de los medios masivos de comunicación desde hace muchas décadas, en los chistes que, en una época en que por decoro y por la razón conocida como “corrección política” ya no se hacen determinados chistes o se penan incluso las expresiones consideradas denigratorias para los mujeres, sobre todo a través de los medios de comunicación, a los catalanes, en cambio, se los insulta y se los menosprecia.
Por este motivo y no por otro, es que el representante del estado ante Catalunya ha pedido con la comisura de la boca disculpas a los catalanes por las cargas policiales de los últimos días. Porque saben que a nivel internacional e incluso a nivel de la propia España, están cometiendo un delito, probablemente de xenofobia, que está penada, y de seguir en la misma línea están cometiendo un delito por alentar una situación peligrosa para la población catalana. Cuando una población corre riesgos, debe intervenir, en algunos casos, la propia ONU para interceder y evitar enfrentamientos y daños. Tal como están dadas las cosas, el estado español se ha comportado para con la población catalana como el marido violento y agresor de la esposa que solo se calma, un poco, cuando su delictivo comportamiento se hace público. En estos días el maltrato sordo y constante contra la población catalana ha salido al fin a la luz pública. Y el maltratador se ha dado cuenta de que lo miran los vecinos. Falta que le exijan responsabilidad.
He vivido en tres países durante años y solo en España he visto la práctica del estado a través de los medios de comunicación de alentar a la mayor parte de la población en contra de una minoría nacional. Eso, está pasando en España. Un Estado con la capacidad del control de los medios y de la fuerza monopólica en el ejercicio de la violencia estatal educa a la población, por omisión quizás, en el odio a los catalanes. ¿Por qué nunca se penaron las expresiones verbales en la vida social contra los catalanes? ¿Por qué nunca se educó en el conocimiento de su idioma en el resto de España ya que la constitución indica que se trata de una lengua cooficial?
Cuando las fuerzas de seguridad del Estado concurren a aporrear a  ciudadanos pacíficos que deseaban ejercer su derecho a votar, a qué se debe que vayan munidos de esa excesiva carga adrenalínica que se puede ver y oír en los videos grabados en que se anima a los cuerpos policiales a que repriman con fuerza a ese sector de la población y se puede escuchar en las grabaciones de las conversaciones por radio de los miembros de las fuerzas de seguridad donde dan por hecho que van a “repartir hostias”.
Se está estigmatizando a un conjunto de la población.
En los preámbulos de la primera guerra mundial, cuando, en Francia, se oían rumores de una confrontación con Alemania, en la prensa se hacía broma acerca de que los alemanes eran unos borrachos pendencieros y holgazanes. De modo que cuando los franceses fueron a la guerra pensaban que iban a encontrarse con esa situación entre las filas del enemigo. Al encontrarse con un ejército poderoso y bien entrenado, salieron corriendo despavoridos. A partir de ese evento, cuando se quiere atacar a una población, país o estado, primero se lo demoniza. (Afganistán, Irak, Libia, Siria, Venezuela) Se hace creer que ese pueblo o esa colectividad tiene pactos con el diablo; en fin, que encarna la maldad suprema. ¿Qué otra cosa no se está preparando contra la población catalana desde hace muchas décadas? Lo que estamos viendo son las famosas “bagatelas para una masacre”, como las llamaba Celine, el escritor francés y fascista, cuando se refería a la preparación de la próxima matanza de los judíos. Los catalanes son los judíos de España; no exagero en absoluto, en la meseta castellana aún se utiliza el término judío para referirse a una persona tacaña o ruin, y uno puede escandalizarse, pero, mientras tanto, delante de las propias narices se está produciendo la peor preparación para una matanza que se haya podido ver a lo largo de la historia; quizás no una matanza, porque si se transmite por instagram o Facebook live queda muy mal, pero un ahogamiento absoluto de la economía y del cuerpo social catalán, sí.
El estado español, con la anuencia de la Unión Europea, si la población catalana no se da prisa, está preparando la disolución de la sociedad, de la cultura y de la identidad catalana. 
Lo que están haciendo se llama ingeniería social. Bagatelas para una masacre. Destrucción de una cultura y de una nación; pero intuyo que los catalanes no se van a dejar.
Decía antes que los catalanes son los judíos de España, y no exagero ni un ápice, de dónde sino un rey que sale e emitir un comunicado para “el conjunto de los españoles” y detrás coloca una retrato de Carlos III, el rey que prohibió los libros y el aprendizaje del catalán. Un mensaje probablemente digno de Milosevic; a ese nivel están. ¿Por qué digo que son los judíos de España?
Porque los chistes sobre catalanes, las expresiones de sentido común que van configurando una idealidad colectiva, como dije desde el comienzo, no se corrigen sino que se alientan con la celebración jocosa en el resto de España. Por ese motivo, cuando se produce un problema político con Catalunya, el Estado no duda en mandar a las fuerzas policiales a reprimir y estas no solo llevan porras, van armadas con el material punitivo ideológico de una formación social y educativa que les viene a convencer de que se van a encontrar con unos nazis demoníacos. Hoy día ya no sale gratis convertir a una población en el chivo expiatorio de todos los problemas internos que se tengan.
Hace años, los partidos de la democracia española acordaron no tirarse por la cabeza a cuenta del terrorismo; no se podía utilizar el terrorismo como arma política de uso diario. Hace ya años que si una persona denigra a otra por su condición sexual o por su origen nacional o características raciales, se hace punible de una sanción en los tribunales de justicia; pero ofender a un catalán por su origen nacional no es algo que a nadie se la haya ocurrido penar legalmente.   
Y fíjense a qué nivel funciona esta miseria que, cuando llegan los policías y se encuentran con una fuerte oposición pacífica, se quedan desconcertados; se quedan desconcertados a tal grado, según un periodista catalán de esos que ya se ríen de las ofensas que se dirigen a ellos como grupo nacional a toda hora del día desde hace décadas, (y no deberían reírse sino sustanciarlo en los tribunales) que la sorpresa policial seguro se debió al largo larguísimo adoctrinamiento que se hace en España acerca de los catalanes; un adoctrinamiento tan repugnante y tan irracional que hace que el maligno, para acabar de convertirlo en maligno, además de ser el causante de todos los males, debe ser alguien que es también un cobarde y un  miserable, una rata. Claro. ¿Cuál no sería la sorpresa al encontrarse con que los cobardes se defienden con inteligencia? ¿Qué raro que entre las cualidades que se les puedan atribuir a los catalanes, no se les atribuye como a los judíos, la de ser inteligentes? Ah, sí, son malignos, pero son tan inteligentes. Mire usted. No, ni eso se les atribuye en la orquesta mediática y política que en España continuamente y sin que nadie haga nada para pararlo se envían todo el tiempo mensajes de odio, que es el nombre que debe recibir. Mensajes de odio.
Ahora, incluso, la prensa española dice que los catalanes buscan su primer muerto. Eso es una amenaza apenas velada: lo que está diciendo es vamos a matar y les echaremos la culpa a ustedes, es que son tan malignos que son capaces de hacer que uno de ustedes muera en nuestras manos inocentes que no desean en modo alguno matar a nadie.  
Yo viví la guerra fría en Uruguay y se estuvo estigmatizando a una buena parte de la población durante casi una década para auto-legitimarse y empezar la matanza. Si algo aprendí es que cuando un Estado dice que “se preocupa mucho por algo” es porque va a hacer un estropicio en ese algo. Y cuando, durante tanto tiempo se demoniza a una población es porque se pretende dañarla. Hoy mismo un representante del gobierno ha amenazado al presidente catalán con el fusilamiento.
Por razones como esta se termina en los tribunales de la Haya, y el territorio intervenido con cascos azules para proteger a la minoría.


Héctor D’Alessandro, escritor y coach, residió veintidós años en Barcelona, Catalunya.

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