miércoles, 22 de noviembre de 2017

Hipnosis Ericksoniana


Hipnosis Ericksoniana
Con este diplomado podrás:

Potenciar cualquier capacidad que el cliente te solicite.
Despertar y activar cualquier recurso que el cliente quiera activar.
Relajación, comodidad, bienestar y creatividad, estabilizadas como forma de vida. Intuición aumentada.
Capacidad de trabajar con cualquier cliente poniéndolo en trance profundísimo en pocos segundos.
Útil para los terapeutas porque conseguirán un rapport del mil por cien.
Potenciación de cualquier proceso curativo psíquico o físico.
Desarrollo de la telepatía y la curación a distancia.
En Escuela Internacional de Coaching de Xalapa
Xalapeños Ilustres 88, Col. Centro, Xalapa, Veracruz
Diplomado comienza el 22 de febrero hasta el 25 de febrero de 2017
Inversión ocho mil pesos.
Horario: de 10 AM a 2 PM y de 4 a 8 PM (con descansos)
Inscríbete ahora llamando a: 2281 78 07 00 & 2281 82 88 84

Constelaciones Trance

Constelaciones Trance
Para despedir el año y los malos rollos en Xalapa con Constelaciones Trance. Un viaje al fondo de la mente.
Detrás de la energía de los antepasados hay una energía superior de todos los sistemas y del sistema mayor, en conciencia normal de vigilia, no puedes acceder a ella, pero sí en energía trance.
Ven a vivir una experiencia única. Deja atrás los malos rollos y comienza el año abierta a una fuerza mayor que te va acoger en sus brazos y te levará con su onda conseguir todo lo que tu Alma tiene preparado para ti.
Héctor D’Alessandro. Máster trainner & Certificador Internacional. Escuela  Internacional de Coaching de Xalapa. Xalapeños Ilustres 88, Centro, Xalapa, Ver.
Inversión mil pesos.
Horario: de 10 AM a 2 PM y de 4 a 8 PM (con descansos)

Reserva ya al 22 81 82 88 84.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Escuela Internacional de Coaching de Xalapa

Escuela Internacional de Coaching de Xalapa
Cursos, Talleres y Diplomados de
Programación Neurolingüística
Análisis Transaccional
Hipnosis Ericksoniana
Escritura Creativa
Feng Shui
Norma Angélica Portilla Reséndiz & Héctor D’Alessandro
En Xalapeños Ilustres 88. Col. Centro Xalapa Veracruz
Telfs. 2281 82 88 84 & 2281 78 07 00




viernes, 10 de noviembre de 2017

El Coaching y las crisis del capitalismo tardío. Héctor D'Alessandro


Dice la profesora Diana Uribe en uno de sus excelentes videos de historia mundial en Youtube que la civilización china acabará ejerciendo cierto modo del poder en la totalidad del planeta,  debido a que su modo fundamental del pensamiento procede del taoísmo; justamente debido a esto es que el pensamiento dialéctico marxista prosperó en aquella geografía, con su esquema fácil y comprensible (así como emparejable  con el taoísmo) de la tesis, la antítesis y la síntesis a las que, en una ola dialéctica permanente, está sometido el devenir histórico.
Para el modo de trabajar con el propio cerebro —que no otra cosa es el “pensamiento”— propio del taoísmo, la plena potencialidad está allí siempre en la superficie de los objetos: un objeto o un evento puede devenir en un resultado o en otro diametralmente opuesto, y como deriva de esto, quien permanezca abierto a la múltiple potencialidad gana la partida. En Programación Neurolingüística se dice que quien domina la mayor cantidad de opciones, domina el sistema. El Occidente racional ha reducido esto a una conocida fórmula popular que se dice con bastante desenfado en las universidades, y es aquella de que “la información es poder”; hoy se puede afirmar que también constituye, no solo una fuente potencial de poder, sino una fuente potencial de inutilidad total.
En nuestra propia tradición creada de pensamiento occidental, la escuela de los sofistas y sobre todo Anaxágoras, es quien se hermana de un modo natural con la tradición oriental, concretamente china. Con aquella idea, convertida en máxima totalmente incomprendida de “el hombre es la medida de todas las cosas” que es rápidamente comprendida en nuestro paradigma como una fuente de poder para la raza humana. Cuando es solamente la capacidad de dar nombre a las cosas y a los eventos.
La actitud taoísta es o sería: dejemos que las cosas sucedan y luego veremos cuál es el nombre que decidimos para acompañarlas. Un auténtico judo mental por el cual, de la fuerza de las cosas, yo decido su definición para acompañar con esa misma fuerza a mi propio movimiento con las cosas y los eventos.
La doma educativa occidental ha convertido a las personas en unos seres supuestamente “pensantes” que se han dejado de lado la capacidad de espera magnifica a que las cosas se muestren. Quizás solo sean las clases políticas las que han mantenido en ejercicio esta posibilidad de acción del sistema nervioso. De ahí su constante cambio de discurso acerca de las cosas que es tomado como una suerte de cambio de principios por las masas adoctrinadas en un pensamiento que no es el de las élites. Al pueblo, a través de las escuelas de adoctrinamiento social se le enseña a pensar por razones y posibilidades racionales y de acuerdo, como máximo (pero esto en niveles universitarios) con niveles de análisis multivariados. Los modelos que contemplan la acción de un número amplio de variables, que se cruzan para producir redacciones interpretativas, no nos acerca ni mucho menos a un modo de vivir en el que nuestros modos de pensar estén en relación de congruencia con nuestros modos de vivir.
Este entrenamiento social del pensamiento está en la base del ponderado deseo de éxito que nos lleva a una incómoda presencia en cada una de las etapas de nuestra vida, logrando así que las personas no estén nunca contentas donde están y quieran estar en otro lado.
En la famosa novela “El hombre que se enamoró de la luna”, de Tom Spanbauer, cierto personaje indígena estadounidense declara no soportar a los hombres de raza blanca, por no estar nunca aquí sino pensando en algo que van a hacer.
Dicho en términos zen, que es la escuela que nace en China de la original combinación del tradicional taoísmo con el budismo que venía de la India, utilizan la cabeza, los occidentales, para llenarla de contenidos. Y olvidan vaciarla para que nazca el mundo lleno de potencialidades.
En el ámbito espiritual, por ejemplo, a veces una persona, aquejada de graves enfermedades o al borde ya de la despedida final por el accionar de la propia edad senil, visita, con su ordenada mente racional llena de contenidos interpretativos y regidos estos de acuerdo a objetivos, a algún tipo de maestro para que lo “sane”, y resulta que la sanación mejor es que muera ya de una buena vez, en paz.
Los parientes del cliente, en caso de que sean los motivadores de tal extraño tipo de visitas, hay un normal deseo de que la persona continúe viva, pero no para sí misma, sino para ellos. Con esos contenidos consultan. Y se enojan y buscan la garantía, como si su pariente fuera una lavadora o algún otro tipo de electrodoméstico. La vida y la muerte son inevitables; y la muerte y los sucesos negativos, como parte de la vida, también.
Recuerdo un proceso de “sanación” de un hombre hace ya unos veinte años, que, en su caso, implicó más y más y más pérdidas, la ruina total y la recuperación por su parte de todas sus fuerzas dormidas para volver a vivir con fuerza y dignidad. No era yo quien guiaba su proceso, pero recuerdo que el maestro que lo hacía, de quien yo era alumno, lo guiaba con energía y límites precisos y sin ceder ni un ápice durante los momentos más duros en cuanto a exigencia.
Aquel hombre era un agente de bolsa y estaba acostumbrado a un tren de vida descomunal; tenía varios coches, un apartamento de trescientos metros cuadrados en una importante ciudad española, una esposa valorada por lo bella que era y por su honrosa procedencia social; con ella tenía dos hijos pequeños y el hombre se gastaba miles y miles en cocaína para poder mantenerse en el nivel de auto exigencia que se había impuesto. Por esos años se había producido un famoso crimen múltiple, en el cual otro empresario, muy adinerado, quebró y al verse en la ruina, no se atrevió a confesarle la situación real a su esposa, decidió en cambio tomar y tomar dinero de sus clientes hasta provocar un agujero financiero insostenible equivalente a unos treinta y seis millones de euros. Ahogado por el sofoco monetario y sin valor para confesar a su mujer la situación, mató a su joven y bella mujer y a sus dos hijos de no más de diez años de edad. Esta anécdota, obraba como una maldición, entre muchos integrantes de la clase alta española que, como nuestro conocido, se veían en la bancarrota.
Aquel hombre, en cambio, optó por la vida y se fue a ver a nuestro querido maestro. No conozco los pormenores, absolutamente privados, del trabajo que realizaron juntos, pero sí sé que aquel hombre durante meses, casi un año, envejeció y rejuveneció varias veces, fue viendo su declive, comenzó a aceptarlo, abandonó ciertos consumos nocivos, afrontó con valor la vergüenza que él experimentaba y confesó a su mujer la situación a la que se verían enfrentados. La mujer lo abandonó y se llevó a los niños, sacó de algún reservorio que tenía guardado toda una serie de recriminaciones, dolor, rabia, juicios, denuncias y ofensas y se las echó a la cara y, a pesar de ello, él no murió ni se abandonó, solo respiró profundamente y cada día enfrentó el hecho de presentarse a nuevos juicios, vender objetos hasta ahora preciados, deshacerse de la utilería que constituía su vida hasta ese momento. Y en las sesiones colectivas de la enseñanza, en las que coincidía con él, lo veíamos cómo cada día le costaba más intentar aquella máscara a la que nos había acostumbrado desde que lo conocíamos, por la cual “todo iba bien”, su rostro se llenó de dolor, de un dolor que parecía iba a destruirlo y en algún momento hizo el famoso “click” por el cual rompió definitivamente su identificación con todo aquello que le sucedía y entregó el tráfago de eventos al rio poderoso de la vida para que lo arrastrara y se lo llevara en su potente cauce. Rompió en definitiva con los contenidos y con las expectativas subsecuentes. Se marchó a vivir a un apartamentito modesto en un barrio popular de su ciudad donde llenó, los armarios y varias cajas, en su mayor parte, con toda su ropa lujosa, elemento central de su disfraz social que le permitía en otro tiempo abrir las puertas y los contactos necesarios. Comenzó a pagar sus deudas multimillonarias. Para negociar esos pagos le fueron muy útiles sus capacidades vivas de negociador, solo que ahora no engañaba a los otros y sobre todo no se engañaba a sí mismo.
Había sido, dijo en una sesión colectiva inolvidable —para mí—, un miserable con ropa y coches caros. Y ahora, reunido con un heterogéneo grupo de personas de las más diversas extracciones sociales, confesaba con mucha sinceridad, que se sentía rico. Recuerdo, en la rueda del compartir, que un chico declaró cuando le preguntaron qué sentía: “Siento placer de que le vaya mal, y entiendo que esto es lo que me mantiene frenado, el odio que siempre sentí y me inculcaron en mi familia contra los ricos; en el fondo: pura envidia”. Se le agradeció su particular descubrimiento y recuerdo la reacción de nuestro amigo aparentemente “en desgracia”: “Tal vez yo me odiaba más a mí mismo que nadie. Por eso vivía como lo hacía”. Recuerdo sobre todo la sinceridad extrema de cada uno para consigo mismo. Y el poder respirar con amplitud a esa altura.    
En cada respiración inalterada por los sucesos externos, o alterada, pero con creciente conciencia de esa alteración, se abre paso el mundo de las potencialidades infinitas, ese mundo en el cual la medida de lo que sucede en mi entorno, es un nombre que yo le adjudico a ese mundo y a esos eventos.
En los sucesivos meses y sesiones, aquel hombre se inventó un nuevo modo de vida más a su medida y más sano para él y para los otros, algo en lo que se encontró cómodo y que realmente le gustaba desde siempre, abrió una pequeña cadena de comidas. La clave de la cadena era un elemento simbólico que a él sí lo removía, la cocina estaba instalada en medio del restaurante a la vista de todos los comensales, esto implicaba un gasto extraordinario en excelentes aparatos de extracción de humos con el objetivo de no saturar la ropa de los clientes con los aromas de la comida. Para él significaba muchísimo y cuando presentó el plan al grupo sus ojos brillaban de gozo, significaba que ahora estaba a la vista, que era transparente y que si un cliente se disgustaba con un sabor o se indigestaba con algo, él estaba allí para hacer frente y responder; algo que en su modo de vida irresponsable anterior nunca había experimentado. Todos recordábamos cuando vino por primera vez, y el maestro luego de escuchar atentamente su caso, le dijo “Muy bien, toma asiento y respira, de momento has logrado convertirte en un miserable y un farsante, vamos a ver qué sacamos de ti”.
Estas expresiones no le sorprendieron, no tenía nada que defender de su antiguo ego, el cual había decidido tirar a la basura junto con todas sus particulares creencias; aparte de que como “bussines man” estaba acostumbrado a llamar a las cosas por su nombre y no andarse con estúpidos rodeos. Algo que muchos de nosotros, hijos de la clase media asustadiza y veleta, deseábamos aprender: salir del continuo auto engaño.
Por esos días llegó a Barcelona Bob Mandel y en un glorioso taller me espetó a la cara el siguiente feedback: “tu estas en una actitud de autocomplacencia”. Yo me quejaba de no tener disciplina para conducir mi propia empresa. Me preguntó si alguna vez había trabajado para otros, como empleado, durante ocho horas, mi respuesta fue “no”, solo un par de ocasiones y nunca más de unos meses. Su terapia para mí fue que me empleara en una empresa de lo que fuera, e hiciera las ocho horas para aprender autodisciplina. Así me metí en un proceso que duró más de los tres años recomendados. Pero aprendí, entre otras cosas, además de los continuos engaños del ego, a trabajar por un bien mayor a mi humilde personaje quejoso, a hacer frente a las personas que vienen con malas intenciones y solo poseen como recurso esas aviesas actitudes. Aprendí a preguntarme en cada caso cual es el bien mayor, que a veces implica pasarlo mal durante un tiempo. Observé cómo mi ego indoblegable se rehusaba a participar. Se la pasaba diciéndole a todo el mundo que estaba allí por un tiempo por un motivo terapéutico. Es decir: estoy en este pantano pero no me voy a ensuciar. Y un día, cierto señor bastante desagradable me soltó a la cara: “sí, todos dicen lo mismo y acaban muriéndose aquí antes de jubilarse”. Qué golpes para un ego joven y sólido. Entendí en mis carnes aquella famosa frase de Gandhi en la cual dice que la mayor parte de las cosas que hacemos a diario son inútiles, pero hay que hacerlas. Y llegué a hacerlas con autentico disfrute. Mientras me preparaba y me preparaba sin cesar en las más diversas disciplinas espirituales y de coaching. Recuerdo que un día me encontré con el antiguo agente de bolsa. Me invitó a comer, le conté mi caso. Me dijo, me haces acordar a mi cuando no quería mezclarme con ciertas personas, no aceptaba que estaba donde estaba, y mientras no aceptaba que estaba donde estaba, no podía ver otros escenarios. Esto nos pasa, agregó, a quienes crecimos sin religión. No tenemos un hilo de sentido debajo que nos guíe, tenemos que recuperarlo o inventarlo. Pero no te preocupes, te veo bien y enfocado. Pronto verás que fácil es volar.
Aquel día di las sesiones que daba en mi consulta en casa, con renovado ánimo. Los clientes lo veían, porque me preguntaban si había recibido buenas noticias. Recuerdo aquella tarde vagamente nublada, como si hubiera estado todo el tiempo envuelto en una nube de algodón mullida que me protegía y me guiaba y me aportaba una consistencia de nuevo tipo.  Estuve en trance todo el día. No solo inducía trance en los clientes sino que yo estaba e un amable trance autoinducido; el estado ideal que recomienda Erickson para trabajar las veinticuatro horas del día.
No peleaba con mi vida, estaba de acuerdo en estar donde estaba, un momento de mi experiencia vital. La plena potencialidad.
Al día siguiente me esperaban agradables noticias en el trabajo: me despedían y me pagaban la justa indemnización por los años trabajados. Aquella cantidad de dinero que yo deseaba ahorrar para potenciar mi consulta me la entregaban las fuerzas de la vida multiplicada. Y lo más fuerte es que me di cuenta de que en el fondo no necesitaba para nada esa cantidad. Que igualmente podría salir adelante. Había aprendido a cambiar, a guiar el cambio en otros, por dramático que a veces pareciera, y poseía una ciencia o más bien un arte que en el futuro mercado en plena destrucción y reconstrucción iba a ser una de las profesiones más requeridas, algo para lo cual la enseñanza de acuerdo a fines y de acuerdo a pasos racionales, no tiene respuesta. La respuesta que Habermas, en “Las crisis del capitalismo tardío”, identifica como la falta de significado; lo único que las agencias estatales no pueden proveerle al individuo.
Este, el significado, nace en el núcleo exacto de la plena potencialidad.
Xalapeños Ilustres 88, Col. Centro Xalapa Veracruz. México
Tels: 2281 82 88 84 & 2281 78 07 00

jueves, 9 de noviembre de 2017

Los guiones y el sexo Eric Berne


Cada persona decide en su primera infancia cómo vivirá y cómo morirá, y a ese plan, que lleva en la cabeza dondequiera que vaya, lo llamamos su guion.
Su conducta trivial puede decidirla la razón, pero sus decisiones importantes ya están tomadas: con qué clase de persona se casará, cuántos hijos tendrá, en qué clase de cama morirá, y quién estará allí cuando lo haga.
Todos los tipos de guiones tienen sus aspectos sexuales.
Los guiones de “Nunca” pueden prohibir el amor o el sexo, o ambos. Si prohíben el amor pero no el sexo, son una licencia para la promiscuidad, licencia que aprovechan plenamente algunos marineros, soldados y viajeros y que utilizan las prostitutas y cortesanas para ganarse la vida. Si prohíben el sexo pero no el amor, producen sacerdotes, monjes, monjas y personas que hacen buenas obras, como la de criar niños huérfanos. Las personas promiscuas están continuamente atormentadas por la visión de fieles enamorados y familias felices, mientras que los filántropos sienten continuamente la tentación de saltar la valla.
Los guiones de “Siempre” están representados por las personas jóvenes que se ven obligadas a irse de sus casas por los pecados que sus padres les han incitado a hacer. “Si estás embarazada, vete a ganar la vida en la calle” y “Si quieres tomar drogas, hazlo por tu cuenta” son ejemplos de esto. Puede que el padre que arrojó a su hija en plena tormenta albergara pensamientos lascivos respecto de ella desde que ésta tenía diez años (¿diez? ¿ocho?) y el que echó de su casa a su hijo por fumar drogas se emborrachará aquella noche para aliviar su dolor.
La programación paterna en los guiones de “Hasta” es la más fuerte de todas, pues generalmente consiste en órdenes directas: “No puedes tener vida sexual hasta que te cases, y no puedes casarte mientras tengas que cuidar de tu madre (o hasta que termines la carrera)”. La influencia Paterna en los guiones de “Después” es casi tan clara como en los anteriores, y la espada suspendida emite los destellos de unas amenazas bien visibles: “Cuando te cases y tengas hijos empezarán tus problemas”. Traducido en acción, esto significa: “Agarra las rosas de la vida mientras puedas”. Después del matrimonio, se reduce a “Cuando tengas hijos empezarán los problemas”.   
Los guiones de “una y otra vez” producen siempre una dama de honor, y nunca una novia, una persona que se esfuerza mucho una y otra vez, y nunca acaba de conseguirlo. Los guiones de “Final abierto” terminan con hombres y mujeres mayores que pierden su vitalidad sin lamentarlo mucho y se contentan con recordar conquistas pasadas. Así como las mujeres que tienen estos guiones esperan ansiosas la menopausia con la esperanza de que solucionará sus “problemas sexuales”, los hombrs esperan hasta que se jubilan con una esperanza parecida de liberación de sus obligaciones sexuales.
En una esfera más íntima, cada uno de estos guiones tiene su relación propia con el orgasmo propiamente dicho. En guion de “Nunca”, desde luego, además de hacer solteronas y solterones, prostitutas y alcahuetes, también hace mujeres frígidas que nunca tienen un orgasmo, ni uno solo en toda su vida, y hombres impotentes que pueden tener orgasmos siempre que no haya amor, la clásica situación descrita por Freud del hombre que es impotente con su mujer pero no con prostitutas. El guion de “Siempre” produce ninfomaníacas y donjuanes, que se pasan la vida persiguiendo el orgasmo.
El guion de “Hasta” fomenta amas de casa acosadas y hombres de negocios cansados, ninguno de los cuales puede excitarse sexualmente hasta que la casa o el negocio están en orden hasta el último detalle. Incluso después de excitados, pueden interrumpirse en los momentos más críticos, para jugar a “La puerta del refrigerador” o al “Bloc de notas”, pequeñas cosas para atender a las cuales tiene que saltar de la cama en aquel mismo momento; por ejemplo, comprobar que la puerta del refrigerador está cerrada, o anotar unas cuantas cosas que se han de hacer antes que nada a la mañana siguiente en la oficina. Los guiones de “después” dificultan el sexo por recelo. El miedo a quedar embarazada, por ejemplo, impide a la mujer disfrutar del orgasmo y puede hacer que el hombre tenga el suyo demasiado deprisa. El coitus interruptus, donde el hombre se retira justo antes de la eyaculación como método de impedir la natalidad, tiene a ambas partes en un conveniente estado de nervios ya desde el principio, y generalmente deja a la mujer a mitad de camino si la pareja es demasiado tímida para utilizar algún sistema por el cual ella tenga satisfacción. De hecho, la palabra "satisfacción", que suele utilizarse para tratar de este problema en concreto, es un indicio de que algo va mal, pues un buen orgasmo debería ser mucho más sustancial que la pálida sombra llamada satisfacción.  
El guion de “una y otra vez” sonará mucho a muchas mujeres fracasadas, que van excitándose cada vez más durante el trato carnal, hasta que justo cuando están a punto de llegar al orgasmo, el hombre eyacula, probablemente con la ayuda de  la mujer, y ella vuelve atrás otra vez. Esto puede pasar noche tras noche durante años. El guion de “Final abierto” afecta a las personas mayores que consideran el sexo como un esfuerzo, o una obligación. Una vez llegados a la cumbre, son “demasiado viejos” para tener vida sexual, y sus glándulas se debilitan por falta de uso, junto con su piel y a menudo también sus músculos y su cerebro.
Ahora no tienen nada más que hacer que llenar el tiempo hasta que se enmohezcan sus conductos. Para evitar esa vida vegetativa, un guion no debería tener un límite de tiempo, sino que habría de designarse para durar toda la vida, por larga que esta fuera.
La potencia sexual, el empuje y la energía de un ser humano están determinados hasta cierto punto por su herencia y sus componentes químicos, pero parece que todavía es más fuerte la influencia de las decisiones de guion que él toma en su primera infancia, y las de la programación paterna que ocasiona estas decisiones. Así pues a la edad de seis años están decididas en gran medida no solo la autorización y la frecuencia de sus actividades sexuales a lo largo de toda la vida, sino también su capacidad y su disposición para amar.
Esto parece todavía más aplicable a las mujeres.
Algunas de ellas deciden muy pronto que quieren ser madres cuando crezcan, mientas que otras resuelven en el mismo periodo permanecer vírgenes o novias intocadas para siempre. En cualquiera de los casos, la actividad sexual en ambos sexos es objeto de la constante interferencia de opiniones paternas, precauciones adultas, decisiones infantiles y presiones y temores sociales, de manera que los impulsos y los ciclos naturales son suprimidos, exagerados, desfigurados, desatendidos o adulterados. El resultado es que todo lo que llamamos “sexo” se convierte en instrumento de un juego. Las sencillas conciliaciones de los mitos griegos, los gritos espontáneos que se oían en el Monte Olimpo, que forman la base de la versión original del guion, se convierten en los trucos y subterfugios de los cuentos populares, de manera que Europa se transforma en Caperucita Roja, Proserpina en Cenicienta, y Ulises en el estúpido príncipe que se convierte en rana.
 Escuela Internacional de Coaching de Xalapa
Avda. Américas 286. col. José Cardel Xalapa-Veracruz
2281 82 88 84 o 2281 78 07 00
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